En la Edad Media, el unicornio era uno de los animales más populares: los pintores se inspiraban en él, se labraba su esbelta figura en las puertas de los castillos, adornaba copas, tapices y vitrales. El unicornio era un pequeño caballo, blanco, ágil, a veces recubierto por un pelaje suave y abundante, y de su frente sobresalía un cuerno en espiral del más puro marfil.
Pero según cuentan las leyendas; No cualquier cazador podía atraparlo. Era necesario que una doncella se sentase, tranquila y en silencio, en la espesura del bosque. El unicornio quedaba cautivado y se acercaba a recibir las dulces caricias de la dama.

Se decía que incluso sí un joven se vestía como una muchacha y en todo se comportaba igual que una doncella, el unicornio se aproximaba mansamente a él. Había que tratarlo con delicadeza.
Se dice que su afilado cuerno tenía mágicos poderes y servía de antídoto contra los peores venenos.
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